POWER IN PARIS
People and City
People and City
Es difícil callejear por el
centro histórico de París sin deslumbrarse
por su belleza y grandiosidad. Su fisonomía actual quedó fijada después
de la remodelación de Haussman durante el Segundo Imperio. Fue una transformación radical en extensión y
profundidad y lo realizado solamente en veinticinco años parece
inverosímil. Bajo un urbanismo de
estética barroca, con alineaciones y grandes perspectivas, no se trazó ninguna
avenida sin contar con un fondo arquitectónico, con un edificio monumental que
cerrara la visualidad. Se aprovecharon todos los edificios singulares
existentes y cuando no los había se
crearon, como ocurrió con la Opera de
Garnier. Con una arquitectura estrictamente uniformada de aires
neoclásicos que solo podía alterarse en los edificios singulares. El
resultado quizás sea el mejor ejemplo de
opulenta ciudad burguesa.
Se ha hablado mucho sobre las razones que
dirigieron esa actuación. Se han esgrimido algunos argumentos como alcanzar el ideal de una ciudad moderna con grandes
avenidas y parques, mejorar el saneamiento de las viviendas, la circulación del aire, el abastecimiento de
agua y la evacuación de los desechos. Pero
también trazar calles que permitieran un rápido movimiento de tropas en una
gran urbe en que las revueltas habían derrocado varios gobiernos. Fue una
operación lanzada por el Estado, ejecutada por el gran capital y con una
participación decisiva de la banca, que encontró una ocasión ideal para
expansionarse.
El impacto social fue considerable. Por un
lado la burguesía dominante se apropió de los nuevos espacios urbanos
estableciéndose en los barrios del centro y oeste y por el otro una masa de
desfavorecidos, ante la subida de los alquileres, no tuvo otra alternativa que
desplazarse a los barrios obreros del este o a la periferia, en donde la
remodelación apenas había actuado. Así se puso de manifiesto la estrecha
relación entre las dinámicas del poder y las de construcción de la ciudad.
Más recientemente, durante las décadas de
los sesenta y setenta del pasado siglo, se abrió camino una nueva agitación
social y política que tuvo su origen en factores tales como el fin de la guerra fría y del fenómeno
colonial en el Tercer Mundo, el creciente poder de los medios de comunicación
de masas, movimientos como el feminismo y el ecologismo, la desaparición de los
límites entre la alta cultura y cultura de masas, la idea de contracultura,
etc. Parecía que era posible modificar de alguna manera la relación entre el
papel de la ciudadanía y la toma de decisiones hacia un nuevo modelo de
urbanismo. Consistía en tener en cuenta
las relaciones entre el fenómeno urbano con el entorno natural, social y
cultural en su sentido más amplio y en la comunicación de esa práctica al
conjunto de la sociedad para poner en sus manos el proceso de construcción
física de su entorno. Es lo que se ha venido a llamar urbanismo ecológico, que
trata de escapar a la lógica depredadora del proceso dominante de urbanización
Esta propuesta de diseño participativo no fue capaz de sobrevivir en las décadas siguientes a la hegemonía del
pensamiento “experto”. El concepto de eficacia es el arma que se utilizó para
su descrédito. Incluso el postmodernismo de los ochenta, considerado como
síntesis de todos los movimientos de las décadas anteriores, jugó en su contra.
El conjunto de La Defense empezó su
andadura en ese escenario durante la década de los sesenta, con realizaciones
que hasta el fin de siglo llevaron a convertirle en el mayor distrito de
negocios de Europa. Pero es en los últimos diez años cuando ha alcanzado su
plena expresión. Cuando se ha consolidado el Casino Global y domina
definitivamente la lógica financiera y del Mercado, la Arquitectura se ha hecho
reina absoluta de ese escenario urbano y ha ejecutado todo tipo de propuestas formales, casi
siempre audaces y rompedoras, pero que también oscilan en ocasiones entre la banalidad, la
solemnidad y el delirio. Realizaciones a
veces impregnadas de pedantería y de
gigantismo. Es la Arquitectura del espectáculo que parece que no van a acortar, sino todo lo
contrario, la sima entre ciudad y ciudadano.
He deambulado por La Defense en Febrero un
domingo por la tarde, cuando los empleados de las oficinas habían desertado. Parecía
que estaba visitando un gran parque temático bien cuidado que guardaba
en su interior un museo de rascacielos. Y en el que un viento helado corría no
solo por las calles y plazas sino también por los pasillos vacíos de los
edificios.