viernes, 2 de diciembre de 2011

POWER IN PARIS

People and City



Es difícil callejear por el centro histórico de París sin deslumbrarse  por su belleza y grandiosidad. Su fisonomía actual quedó fijada después de la remodelación de Haussman durante el Segundo Imperio. Fue  una transformación radical en extensión y profundidad y lo realizado solamente en veinticinco años parece inverosímil.  Bajo un urbanismo de estética barroca, con alineaciones y grandes perspectivas, no se trazó ninguna avenida sin contar con un fondo arquitectónico, con un edificio monumental que cerrara la visualidad. Se aprovecharon todos los edificios singulares existentes  y cuando no los había se crearon, como ocurrió con la Opera de  Garnier. Con una arquitectura estrictamente uniformada de aires neoclásicos que solo podía alterarse en los edificios singulares. El resultado  quizás sea el mejor ejemplo de opulenta ciudad burguesa.

Se ha hablado mucho sobre las razones que dirigieron esa actuación. Se han  esgrimido algunos  argumentos como alcanzar  el ideal de una ciudad moderna con grandes avenidas y parques, mejorar el saneamiento de las viviendas,  la circulación del aire, el abastecimiento de agua y la evacuación de los desechos.  Pero también trazar calles que permitieran un rápido movimiento de tropas en una gran urbe en que las revueltas habían derrocado varios gobiernos. Fue una operación lanzada por el Estado, ejecutada por el gran capital y con una participación decisiva de la banca, que encontró una ocasión ideal para expansionarse.

El impacto social fue considerable. Por un lado la burguesía dominante se apropió de los nuevos espacios urbanos estableciéndose en los barrios del centro y oeste y por el otro una masa de desfavorecidos, ante la subida de los alquileres, no tuvo otra alternativa que desplazarse a los barrios obreros del este o a la periferia, en donde la remodelación apenas había actuado. Así se puso de manifiesto la estrecha relación entre las dinámicas del poder y las de construcción de la ciudad.

Más recientemente, durante las décadas de los sesenta y setenta del pasado siglo, se abrió camino una nueva agitación social y política que tuvo su origen en factores tales como  el fin de la guerra fría y del fenómeno colonial en el Tercer Mundo, el creciente poder de los medios de comunicación de masas, movimientos como el feminismo y el ecologismo, la desaparición de los límites entre la alta cultura y cultura de masas, la idea de contracultura, etc. Parecía que era posible modificar de alguna manera la relación entre el papel de la ciudadanía y la toma de decisiones hacia un nuevo modelo de urbanismo. Consistía en  tener en cuenta las relaciones entre el fenómeno urbano con el entorno natural, social y cultural en su sentido más amplio y en la comunicación de esa práctica al conjunto de la sociedad para poner en sus manos el proceso de construcción física de su entorno. Es lo que se ha venido a llamar urbanismo ecológico, que trata de escapar a la lógica depredadora del proceso dominante de urbanización

Esta propuesta de diseño participativo  no fue capaz de sobrevivir  en las décadas siguientes a la hegemonía del pensamiento “experto”. El concepto de eficacia es el arma que se utilizó para su descrédito. Incluso el postmodernismo de los ochenta, considerado como síntesis de todos los movimientos de las décadas anteriores, jugó en su contra.

El conjunto de La Defense empezó su andadura en ese escenario durante la década de los sesenta, con realizaciones que hasta el fin de siglo llevaron a convertirle en el mayor distrito de negocios de Europa. Pero es en los últimos diez años cuando ha alcanzado su plena expresión. Cuando se ha consolidado el Casino Global y domina definitivamente la lógica financiera y del Mercado, la Arquitectura se ha hecho reina absoluta de ese escenario urbano y ha ejecutado  todo tipo de propuestas formales, casi siempre audaces y rompedoras, pero que también  oscilan en ocasiones entre la banalidad, la solemnidad y el delirio. Realizaciones  a veces  impregnadas de pedantería y de gigantismo. Es la Arquitectura del espectáculo  que parece que no van a acortar, sino todo lo contrario, la sima entre ciudad y ciudadano.

He deambulado por La Defense en Febrero un domingo por la tarde, cuando los empleados de las oficinas habían desertado. Parecía que estaba  visitando un  gran parque temático bien cuidado que guardaba en su interior un museo de rascacielos. Y en el que un viento helado corría no solo por las calles y plazas sino también por los pasillos vacíos de los edificios.