lunes, 24 de septiembre de 2012

Desaliento en Lisboa

 

Hemos vuelto a Lisboa para caminar acompañados de Pessoa, intentando extraer de la lectura azarosa de sus textos -un caleidoscopio infinito y contradictorio en el que sus ideas, sensaciones, recuerdos y pasiones crean una cosmogonía sin solución- el espíritu de una ciudad que tiene una presencia aparentemente finita y abarcable. Con la secreta intención de sacar alguna conclusión, poder establecer alguna certeza.


Llegamos a Santa Apolonia en el amanecer de un día claro de invierno. Luces cálidas despertaban la ciudad y envolvían un rio en el que los grises se aclaraban en azules y sobre el que grandes navíos atracaban en los muelles cercanos. Más tarde, en la Baixa, en la Alfama o al otro lado del Tajo indagábamos sobre las claves que parecía que Pessoa nos iba a entregar pero que no acababan de manifestarse con nitidez.
 
Pronto nos dimos cuenta de que era un vano intento. Andábamos y desandábamos, subiamos y bajabamos, mirábamos y volvíamos a mirar, de dia y de noche y se nos empezaban a hacer difusas no sólo las palabras que nos acompañaban, sino también imágenes que se iban encadenando en nuestro callejear y se fundían como en una secuencia de cine.
 
Aunque en esta ocasión sentíamos que algo mas pesaba en el ambiente. Algo físico, que casi se podía tocar. Lisboa había tenido una huelga general hacía solamente tres días y sin duda estaba presente en el ánimo y en las conversaciones. Era Enero, pero a pesar de ello las calles estaban demasiado vacías al anochecer. Podíamos observar miradas perdidas en los camareros de los restaurantes en las que se adivinaba una sensación de impotencia y desaliento. No se acaba de entender como se ha llegado a una situación en la que cualquier medida-agresión se justifica por el rescate.
 
Y como no podía ser de otra manera, ha vuelto a salir otra vez a la superficie esa dimensión del alma portuguesa que se expresa en los impagables carteles que salpican la ciudad, advirtiéndonos sobre las bondades de la Sra. Merkel o la omnipotencia de la "troika".
 
Nunca he tenido tanta simpatía y he estado mas cerca de la gente de esta ciudad. 
 
 
 
 
Haya o no dioses, de ellos somos siervos

 
 
 

 
 
 
 
El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
que llega a fingir que es dolor
el dolor que en verdad siente.
 
Y los que leen lo que escribe
del dolor leido sienten,
no los dos dolores que él tuvo
sino el que ellos no tienen.
 
Y asi en los railes gira
divirtiendo a la razón
ese trencito de cuerda
que se llama corazon.
 

 
 

 

 

 

 
 
 
 
Para ser grande, sé entero: nada
tuyo exageres ni excluyas.
Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres
en lo minimo que hagas.
Asi en cada lago la luna toda
brilla, porque alta vive.

 
 
 

 

 



 
 
 
Conformarse es someterse y vencer es conformarse, ser
vencido. Por eso toda victoria es una grosería. Los vence-
dores pierden siempre todas las cualidades de desaliento
con el presente que los llevaron a la lucha que les dió la
victoria.
 
Quedan satisfechos, y satisfecho sólo puede es-
tarlo aquel que se conforma, el que no tiene mentalidad
de vencedor. Sólo vence el que nada consigue nunca. Sólo
es fuerte quien siempre se desanima. Lo mejor y más púr-
pura es abdicar.
 
El imperio supremo es el del Emperador
que abdica de la vida normal de los demás hombres, en
que la preocupación por la supremacía no pesa como un
saco de joyas.


 
 Todas las poesías son de Pessoa